jueves, 18 de diciembre de 2014

Hiedra y Selva.


[..Selva..]


“Las ocho de la mañana, ni un minuto más ni un minuto menos”, esas fueron las palabras de la abogada de su futuro ex marido, “ni un minuto más ni un minuto menos”. Habría llegado a esa hora si no fuese porque está atascada desde hace más de media hora en la avenida principal. Llega tarde a la cita, y según la han comentado, Hiedra, es una mujer muy estricta con el tiempo, detesta esperar a sus clientes, ya que lo considera como una falta de respeto.  Solo espera que Federico, su abogado, sea capaz de calmar los ánimos tanto de Hiedra como los de Alejandro, su aún marido.
Entrando por la puerta del despacho a las nueve menos cuarto de la mañana, se encuentra una escena demasiado agria para comenzar la reunión: Hiedra y Federico discutiendo, Alejandro sumergido en el móvil, (Como siempre).

-Llega tarde señora Gracia, he de imaginar que usted no tiene otra cosa que hacer, pero en mi caso e incluyendo a su marido, he de añadir que no estamos para perder el tiempo, ni tampoco aceptar estas faltas de respeto por su parte. –Sentencia Hiedra, abogada de Alejandro.
-Buenos días, siento el retraso, hubo un accidente en la avenida y nos dejaron allí durante casi una hora.
-Selva, siéntate y podremos empezar la reunión como es debido.  –Añade Federico, intentando quitarle hierro al asunto.
Se sienta junto a Federico, frente a Hiedra y Alejandro, el cual no deja el móvil y tampoco es capaz de mirarla a la cara. Muy propio de su marido. Abstraerse de los problemas antes que afrontarlos. Si bien era verdad se habían convertido el uno para el otro en eso, un gran problema.
Por un momento, mientras van sacando papeles, se queda observando con cierta curiosidad a Hiedra, la mujer impasible de la que todos hablaban por su crueldad y frialdad en los casos que llevaba.
Era tremendamente atractiva, media melena color azabache, con los ojos color ámbar, “podría sumergirme en ellos y nadar entre ese color cálido.  (Piensa Selva maravillada)
Sus labios finos proclamaban la veracidad de lo que le habían dicho, era una mujer dura. Tenía rasgos masculinos pero pese a ello era, con una sutileza pasmante, hermosa y atrayente.


Hiedra comienza a hablar de formalismos y hace que Selva salga de su ensoñación y vuelva a la realidad. Es la abogada de su marido, de su futuro ex marido.


No puede evitar pensar en lo irónico que sería el volver a entablar una relación sexual con una mujer, y que esta mujer fuese ella. Alejandro moriría de rabia y celos, suponiendo que separase sus jodidos ojos del móvil.


Comienzan a debatir Hiedra y Federico sobre las cláusulas que cada uno quieren imponer en el divorcio. Discuten cortésmente, no elevan la voz, pero Selva se da cuenta de que Hiedra alterna su mirada entre ella y su abogado, lo cual, según tiene entendido, no es normal.
¿Sentirá la misma atracción que ella? Sonríe por dentro disimulando su nerviosismo exterior.


[...Hiedra…]
Hiedra siendo una mujer implacable no puede evitar mirar a Selva, una mujer menuda, con el cabello corto y dorado, ojos oscuros y cara de pícara. Nota como se sonroja cada vez que la mira, es una mujer con morbo, y por ello no llega a entender como su cliente la deja escapar.
Observa con cierta malicia el vestido negro de cuello cerrado ya que se entrevé su pecho por la transparencia del mismo.
Por un momento una idea sobrevuela la mente de Hiedra, mientras finge escuchar las peticiones de Federico. Sería tan divertido romper las cadenas que unen a Selva con Alejandro y más tarde usarlas para encadenarla por ejemplo, a una cama, con el culo en alto, dispuesta a recibir el placer de su lengua.
Tan pequeña y manejable, sería más que entretenido atarla y disfrutar de ella.
En realidad no era una idea tan descabellada. Alejandro ya había comentado en una reunión anterior el tema de su bisexualidad, siendo un dato más que revelador para Hiedra.
Intentando no sobresaltarse por lo que su mente imagina, vuelve a prestar atención a Federico, sin darle demasiada importancia a la humedad incipiente de su entrepierna.


[...Selva…]
Según la perspectiva de Selva, las gafas que Hiedra lleva no le hacen justicia a sus ojos ámbar, aquellos ojos merecen una mirada despejada, limpia, era tan sensual que no puede evitar cruzarse de piernas y sutilmente apretarlas para consolar su apetito sexual femenino.
Hiedra por su parte, jugando a las miradas entre ella y Federico, se las ajusta levemente mientras clava sus ojos en ella, se muerde el labio con disimulo e incluso sonríe, con cierta perversidad.
Selva nota la humedad en su interior, nota el calor que sale de su bajo cuerpo, siente calor y rubor al mismo tiempo.
Se sonroja y mira a Hiedra, esperando alguna otra señal.


Finaliza la reunión tras un par de horas inútiles ya que no se ha sacado nada en claro ni han llegado a un entendimiento mutuo.
Alejandro da la mano a Hiedra y a Federico y se marcha diciendo un “hasta la próxima reunión” aún ensimismado por su teléfono móvil.
Federico hace lo propio, se despide de Selva, prometiendo una llamada y de Hiedra con un apretón cordial de manos.


Quedando en la sala acristalada, Hiedra cierra disimuladamente la puerta por dentro, y comienza a guardar papeles, mientras que Selva en un intento exitoso por quedarse con Hiedra a solas, intenta cerrar su bolso fingiendo que la cremallera no cede, y en un gesto brusco lo vuelca en el suelo sin querer.


-H- Vaya, ¿qué ha pasado? -Pregunta Hiedra con un sutil tono de voz.
-S- Bolsos baratos, eso pasa. Si ese cabrón me pagase todo lo que me debe podría comprarme uno de los caros, pero como no es así, pues cremallera rota.
-H- Hombres, ya sabes, no valen para demasiado.
-S- A mí me lo vas a decir, que éste ni para follar vale. Todo el día con el móvil. Un día se casará con él.
-H- Entiendo…
Hiedra se agacha junto a Selva para recoger todo lo caído del bolso, y sin demasiada sutileza roza su mano al coger una libreta.
Ambas se miran, Selva sonríe y se retira el mechón del flequillo.
-H- Ni para follar valen querida.
Selva siente como su entrepierna se humedece por momentos, el roce de manos ha sido la chispa y la voz de Hiedra ha iniciado un incendio en su cuerpo.


No piensa demasiado en lo que quiere hacer y sin dudarlo, agarra a Hiedra de ambos lados de la cara y la besa. La besa con pasión, con desmesura. Hiedra responde su beso. Lleva tiempo deseando a aquella mujer, y no pretende cortar sus alas ni su pasión por ser la futura ex mujer de su cliente.
Ambas arrodilladas se funden en un beso, húmedo y caliente, como sus entrepiernas.


Selva se siente avergonzada, pese a que su beso ha sido respondido, se levanta con avidez y  quedando arrinconada entre Hiedra, que se ha levantado lentamente, y la mesa amplia de reuniones, guarda silencio mirando a los ojos de la mujer que la observa con una sonrisa cálida a la par que lasciva.
Hiedra se acerca a Selva y lame con suma lentitud el cuello de Selva. Hace que se erice su piel y un escalofrío recorra su cuerpo.
Selva, apoyada en la mesa no sabe bien cómo actuar. Observa como la mujer se quita las gafas y las apoya en la mesa. Con la misma mano con la que ha dejado las gafas comienza a subir el vestido negro de Selva. Se derrite en ansias y ganas de que Hiedra la posea. Pese a ello sigue aún sin hacer nada.
Hiedra sube la mano por sus muslos y sonríe al notar la calidez de sus bajos, y susurra en su oído un débil, “No te avergüences de lo que ambas queremos “.


Selva siente que se le sale el corazón del pecho, que sube y baja con rapidez debido a su nerviosismo.
Sus piernas fallan y sin poder sujetarse a la mesa cae de rodillas.
Hiedra hace lo propio y se pone a la misma altura. Ambas en el suelo se miran con deseo y pasión. Selva besa de nuevo a Hiedra, ésta por su parte,mientras corresponde el beso, la tumba lentamente, acaricia con sutileza sus senos, sus pezones ahora duros, Hiedra nota el corazon acelerado de la mujer que lentamente comienza a poseer.
Su mano sigue deslizándose por Selva, sin detenerse hasta llegar a la entrepierna, notando la humedad de su ropa interior sonríe, mientras sigue besando, ahora lentamente, los labios ya sin carmín.
Selva por su parte busca desabrochar la falda de tubo ejecutiva de Hiedra. Ella también quiere jugar, no se quiere quedar atrás en eso de dar placer.


La mano ágil de Hiedra se sumerge entre los muslos de Selva, y con sus dedos, comienza a buscar la gema de su sexo, palpitante y abultada. Usando el dedo corazón consigue encontrarla, y juega con ella, la acaricia, la manosea, hace que se humedezca aún más, mientras empieza a escuchar los gemidos entrecortados de la mujer.
Selva consigue despojar a Hiedra de la atadura de su falda oscura, y apartando el tanga, con el dedo índice busca la joya de la corona, un clítoris abultado y ansioso de placer.
Juega con él y siente el espasmo de los muslos de Hiedra.
Ambas jadean sin exagerar, notando la mano y el calor denso de la otra.


Hiedra la tumba, y se desliza por la moqueta burdeos, hasta ponerse frente a frente con el sexo de Selva, un sexo suave, limpio, sin frondosidades, rosado y acuoso.
Separando los muslos con las manos, comienza a lamer mansamente aquella humedad. Juega con la lengua entre sus labios, saborea el elixir que ofrece aquel manjar.
Nota las convulsiones de Selva, escucha su jadeo mientras se aferra a su cabeza e introduce con cierta rapidez la lengua en su interior. Se mueve con delicadeza, con pasión y fervor, quiere que disfrute de lo que es un orgasmo.
Lame más y más rápido, sin dejar resquicio seco, lame con ansias, con hambre de hidromiel, siente como los muslos de Selva tiemblan, como sus manos tiran de su pelo para que continúe, nota como el éxtasis llega en forma de monzón.


Selva se funde en un gemido de puro placer y su cuerpo se contrae a la par que se relaja, toca sus senos y busca la cara de Hiedra entre sus piernas.
Es el turno de Selva, la cual sin mucho cuidado y aún jadeante tumba a Hiedra.
Mientras la besa introduce dedo índice y anular dentro de ella, notando aquella mareada, caliente y espesa.
Hace rápidos movimientos de adentro afuera, con el dedo gordo mueve su gema abultada, un clítoris que pide a gritos le besen y laman.
Baja por el cuerpo de Hiedra, hasta llegar al tesoro que ocultan sus muslos rígidos, comienza a lamer mientras sostiene la mirada con aquellos ojos ámbar, notando la presión de sus piernas, mientras lame el clítoris excitado introduce de nuevo ambos dedos en su interior, combina perfectamente el movimiento, y disfruta del sabor que el cuerpo de Hiedra la ofrece. Un sabor dulce y pegajoso. Sabor de mujer.
Hiedra gime sin preocuparse de que están en el despacho acristalado de su bufete, gime dejándose llevar por el placer que Selva le brinda.
Se toca sus propios senos y los manosea con excitación, con fervor mientras nota como los dedos de Selva se introducen en ella, más y más fuerte, más y más dentro. Siente la calidez de su lengua y nota como su rocío sale de ella. Mana éxtasis, expulsa placer en un gemido entrecortado y duradero. Su cuerpo se convulsiona, y termina por yacer junto al de Selva.


Hiedra sonriente se deshace el lazo del pañuelo que adorna su cuello y ata las manos de Selva a la ancha pata de la mesa de reuniones. Se levanta y baja su falda, se dirige hacia su maletín y hurga en él. Busca algo, pero Selva, un tanto pasmada,  no puede ver que hace dada su situación.
La sonrisa de Hiedra se ensancha y sus ojos se vuelven sórdidos y maliciosos, nunca sale de casa sin su querido consolador, Zeus. Un compañero más que fiel para los largos días de reuniones y las amplias noches de papeleos en su despacho.
Zeus, un juguete dorado, ancho y grande, con un botón de vibración, amigo fiel de Hiedra.


Vuelve junto a Selva y se arrodilla junto a ella. Le presenta a Zeus y los ojos de ésta, se desorbitan al ver el tamaño de semejante juguete.


S- Me van a escuchar, nos van a pillar.
H- Es una sala insonorizada, a mis jefes no les gusta que salga nada de dentro ni entre nada del exterior. Puedes estar tranquila, he cerrado por dentro.
S- Pero…
H- Shh, tú déjate llevar.

Sentencia Hiedra mientras lame y escupe sobre Zeus. Se coloca frente a Selva y abre sus piernas, mientras que apoya su cuerpo sobre el suyo y la besa, introduce lentamente a Zeus en el cuerpo de Selva, sus muslos tiemblan y su boca se abre para coger aire. Los ojos abiertos de par en par bizquean ante tal entrada.
H- Déjate llevar y relájate. Siente el placer y no pienses en nada más.


Selva no puede pronunciar palabra, pues justo Hiedra ha activado el vibrador, aún sin entrar del todo Zeus comienza a dar doble placer a la mujer.
Su inmensidad la llena, hace que sus piernas se tambaleen, su espalda termina por arquearse y comienza a gemir al notar a Zeus entrar y salir.
Hiedra lame por encima del vestido los pezones de la mujer gimiente, duros y mordisqueables.
Nota como el placer inunda el cuerpo de Selva, como Zeus juega en su interior y hace de ella un simple pelele.
Selva consigue librar una de sus manos, y ahora se desliza hacia la cavidad de Hiedra e introduce sus dedos, índice, corazón y anular.
Ambas gimen y sienten como el placer, tanto de la una como de la otra las invade, sienten como el orgasmo, el clímax, o el culmen de ambas se acerca para consolidarse en el éxtasis puro y duro.
Sus humedades son palpables, ambos cuerpos vibran y gimen.
Llegan al clímax, Hiedra con la mano de Selva, y Selva con aquel dios manejado por Hiedra.
Zeus consigue que Selva esparza su elixir por la moqueta y la mano de ella hace lo propio con el sexo de Hiedra.
Jadean, se convulsionan y aprietan los muslos uno contra otro por puro placer.
Aún pueden continuar dándose placer mutuo, tanto es así, que en plena excitación Selva se sube encima de Hiedra haciendo un sesenta y nueve casi perfecto, y apretando sus muslos contra ella comienza a lamer de nuevo su sexo caliente y voluminoso, lo come con avaricia, con glotonería, lo quiere todo para ella.
Por su parte, Hiedra, fundida en gemidos hace lo propio con Selva, y separando sus nalgas comienza a lamer desde el ano hasta el clítoris sin cesar, empapando su cuerpo de saliva y placer.
Ambas lamen sin mesura. Selva introduce el dedo índice anular sin parar de chupar y jugar con su lengua. Hiedra excita el ano de Selva y embute el dedo índice en él, Selva gime extasiada, y acelera el ritmo de sus dedos.
Se derriten la una con la otra, forman un solo cuerpo mientras sus sexos excitados se estremecen y palpitan al unísono.  
Sienten como cada cavidad destierra su brebaje interior.


Han llegado al culmen, éxtasis total, han expulsado de su cuerpo la hidromiel digna del dios Zeus.
Se sienten libres y complacidas.

Relajadas y tumbadas sobre la moqueta burdeos, no prestan atención al teléfono que suena en la mesa.

Ni tan siquiera prestan atención al cristalero que colgado por los aires finge limpiar los cristales de aquella sección.

sábado, 16 de agosto de 2014

Humo y Gea, Bestia y Mar.


El viento recorre la ciudad, colándose por rendijas insospechadas, una noche cerrada cubre todas las calles y callejuelas de la urbe. El bullicio que queda es el de algún borracho tropezando con las aceras y farolas aún encendidas.
Media luna ilumina las zonas oscuras, dos sombras se mueven con pasos armonizados por una música que sale del móvil de una de ellas. Acordeones y pianos rememoran el cansancio de sus cuerpos, pues una noche de baile entre sombras es más que gustoso y agotador.
Gea, una de las sombras con forma de mujer, piernas largas y sinuosas, pecho grande, bien colocado, sutilmente a la vista de todos, sin llegar a ser obsceno o demasiado provocador, el vestido verde aguamarina que lleva se encarga de ello. Ahora descalza por la acera, con las sandalias de tacón en mano, notando el frío asfalto en la planta de sus pies, acompasando su piel, ésa que Humo, la segunda sombra, esta vez masculina, se encarga de erizar por sus hombros descubiertos.

Humo, una figura alta y musculada, blanquecino, de rasgos animales, juega con los hombros de la mujer con sus dedos fuertes y gruesos mientras que con la otra mano agarra la cadera de la mujer, igualando los pasos que dan, yendo al unísono mientras la armonía de la música les acompaña.

Pese a que ambos quieren llegar, se encuentran disfrutando de un paseo nocturno hacía el cobijo que ofrece la casa de Humo, un pequeño y acogedor cuchitril, en pleno centro de la ciudad.
Sus pasos se ven agilizados ante el inconveniente de quedarse sin tabaco y sin bebida.

Veinte minutos después, con las farolas ya apagadas y el cielo empezando a clarear llegan a la guarida de la segunda sombra, a la cueva de Humo.

Se sienten a salvo, con tabaco y vino blanco, desnudan sus cuerpos y se dejan caer en la cama para reír, conversar y dejar que el tiempo les consuma.

El reloj de pared, que no cesa de marcar horas, suena cuando tocan las ocho de la mañana, dos horas han pasado de calma y sosiego, dos horas de serenidad y quietud.

Aire cargado con una bóveda de humo que cubre plenamente toda la estancia.

Aire espeso y tóxico, ojos irritados, rojizos, gargantas resecas y dos cuerpos relajados.

Una cama grande, deshecha, un desierto por el cual danzar con o sin compañía.
La mano de Humo recorre el cuerpo de Gea, con lentitud y alevosía, recorre uno a uno cada pliegue del cuerpo de aquella mujer desnuda, ella, por su parte, juega con su escroto aún sin reaccionar a los impulsos primarios.
Mirando fijamente a Humo, con una sonrisa picara y malvada, susurra con un débil hilo de voz:

 -Quiero que me folles como si no existiese un mañana, hazme tuya, sin miedo ni corazón-

El cuerpo del hombre reacciona involuntariamente, la erección se hace visible, palpable, sus ojos se abren cual búho en la noche, agarrando del cuello a Gea, coloca su cuerpo de lado, dedos agiles que bajan al abismo recubierto de poco vello. Nota como la humedad de la zona impregna su mano, vuelve pegajosos sus gruesos dedos y sin miramiento alguno, apretando mas fuerte el cuello de la mujer, introduce dos de ellos, índice y anular, Gea intenta gemir, pero la mano que oprime su garganta se lo impide, agarra el escroto del hombre y comienza a moverlo con sosiego.

La mano de Humo se mueve con rapidez, metiendo los dedos hasta el final, notando aquel abismo más húmedo y viscoso que antes, notando las convulsiones que crea el cuerpo de Gea mientras se corre en su mano. Se incorpora y agarrando de su tobillo la gira para colocar su hermoso y encarnado culo boca arriba, lame su cuello y espalda, recorre sus costillas, sus cicatrices, marcas de guerra y sigue bajando hasta sus nalgas, ahora prietas, el cuerpo de ella se balancea en una agónica espera.
La lengua de Humo alcanza el acantilado de la mujer, lame con ansia aquel destino y recorre con avidez la unión de ambos lugares, embute su lengua en el primer abismo, húmedo y expectante, mientras que el dedo corazón se introduce lentamente en la segunda y ya dilatada entrada, Gea gime de placer, ansía ser follada, mientras nota los dedos de Humo dentro de su cuerpo.
Poniéndose encima de Gea, hace que esta expire todo el aire que sus pulmones guardaban, llevando uno de sus brazos hacia la espalda y agarrando su pelo con la otra se introduce visceralmente en el cuerpo de la mujer, no le cuesta entrar, aquello es un paisaje marino, húmedo y salado.
Comienza perezosamente, metida tras metida con una lentitud desesperante para Gea.

-¿Quieres que te folle bien verdad?, Pídemelo, ruégamelo.

-Por favor, haz que gima como una perra, fóllame ya.

-¿Deseas correrte una y otra vez verdad?

-Sí.

Sin llegar a terminar el Sí de Gea,  aferrándose al pelo de la mujer, haciendo palanca con el brazo de la misma, se introduce con fuerza y rabia en ella.

-Gime como solo tú sabes hacerlo – Exige Humo mientras embiste el cuerpo de Gea, suelta el pelo y con ágil rapidez le da una cachetada que enrojece su tez blanquecina.

-¡Gime!

El cuerpo de la mujer se contorsiona cual octópodo a cada arremetida, nota como su entrepierna húmeda cubre el sexo del hombre que ahora la posee, gime, gime alto y ronco, su mente expulsa endorfinas y adrenalina a partes iguales. Otra bofetada en sus nalgas, cada vez más rojizas.
Gea destierra el elixir de su cuerpo excitado, humedeciéndolo todo más si cabe.
Humo sale de ella, siente como el sexo de la mujer lo expulsa entre contracciones de placer, sonríe y eleva el cuerpo de la mujer a la posición original del perro, otra cachetada, sonora y picante.
Agarra sus caderas y arremete contra ella, el grito que produce la mujer inunda la estancia e incluso parece que hace que la bóveda del cuarto se disipe por momentos.

El dolor y el placer se entremezclan en cada entrada del hombre, entra y  sale con brusquedad, el sudor de su frente cae indiscriminadamente sobre el cuerpo enrojecido de la mujer, se queda dentro de ella, prensando su cuerpo contra el suyo, sin salir, sin moverse, simplemente se queda dentro de ella, apretando todo su sexo contra el de la mujer.

Sale con rapidez y la gira, dejando sus pechos nacarados a la vista, glorificando sus pezones duros, la lengua de Humo los recorre con gula, uno de sus pecados preferidos, alza sus piernas para apoyarlas en su pecho, lame sus pies, sus gemelos, dejando que ella se confíe, se relaje, se calme, basta notar que su cuerpo está en reposo para meterse de nuevo dentro de ella, gime de placer, de dolor, de éxtasis, un sin fin de sensaciones cubre el cuerpo de ambos.

Gea con sus brazos tras las piernas haciendo palanca para que su culo quede más alzado, suda y disfruta mientras es presa de la dominancia que Humo ejerce sobre ella. Contorsión digna de un oleaje en luna llena.
Nuevamente la mujer expulsa éxtasis de su abismo marino, mojándolo todo, empapándole a él.

Humo baja sus piernas, se coloca de cuclillas sobre ella y hace que esta introduzca su pene erecto y salado en la boca.
Engulle rápidamente, juega con su capullo inflamado, mientras roza con su mano derecha los testículos y perineo del hombre, con la otra toca su sexo.
Agarra su cabeza y comienza a follarse su boca de manera literal, haciendo que salive, que se atragante incluso que tenga arcadas por cada arremetida en su garganta.

-No me quiero correr en tu boca, quiero hacerlo dentro de ti, no quiero que te corras más veces, quiero que lo hagas una última vez conmigo, ¿Entendido?.

Gea no habla, sólo asiente con la cabeza, mira con ojos aviesos los de Humo y sonríe, limpiándose la baba que escurre por su barbilla.

-Quiero entrar dentro de ti, hasta el final, todo entero, quiero fundirme contigo Gea.

Gea asiente de nuevo mientras sigue sonriendo y relame sus labios.
Ubica a la mujer de lado, muerde sus nalgas y se coloca junto a ella, escupe en su mano y lo pasa por su pene erecto y endurecido por la excitación.
Sólo unos Segundos de quietud y arremete contra ella, se introduce de tal forma que Gea siente la plenitud hecha realidad.
Ritmo veloz, ambos cuerpos se convulsionan, gimen, gritan, sudan.

-Córrete por y para mí.

Embestida tras embestida ambos llegan al clímax mutuo y conjunto. Ambos recorren los placeres de la lujuria, el siguiente pecado preferido por ambos.
El elixir de Humo recorre el sexo de Gea y viceversa, ambos sudados, húmedos, extasiados por tal delicia, por tal goce, aún gimen y mantienen los espasmos propios del orgasmo.
Humo sale lentamente de ella, siente como ambos abismos se han hecho uno, y el sexo de Gea expulsa la espuma espesa del mar.

Respiraciones agitadas, bóveda espesa en lo alto, placer en el aire y dos cigarros que se encienden para vanagloriar la consumación de tal delicia.


Aire espeso, tóxico, ojos irritados, piel enrojecida, ventanas empañadas por las exhalaciones antepuestas, gargantas resecas y de nuevo,  dos cuerpos relajados. 

domingo, 23 de febrero de 2014

Táxi!

Amanece de una manera lenta, el sol no tiene prisa por salir de nuevo, un día más.
Ella mira el cielo con cierto desdén, no le interesa demasiado que amanezca pues su cuerpo ansía el calor de un acompañante ajeno, sentir su Ser penetrado violentamente y por unos  breves pero magníficos instantes desaparecer.  Ya no importa con quién o donde, sólo quiere que la dominen.
Camina con los tacones en la mano y las bailarinas ya puestas, considera que ya no es oportuno ir de femme fatal, duda que en lo que aún es noche, vaya a conseguir su objetivo.
Su vestido beige mal colocado simula las curvas de su cuerpo, la cadera, la cintura, su busto bien formado y colocado, ¿Tanto para qué? Se pregunta mientras nota como su piel se eriza a la par que sus pezones.  Empieza a correr una brisa poco agradable para ella, pues lleva una torera que solo sirve para adornar su cuerpo, no para abrigarlo.
Mira a ambos lados de la calle, no ve ningún taxi, lo cual es bastante irritante, tiene frío y ya está cansada, el cielo cada vez más claro denota que ya es hora de irse a casa, refugiarse en el calor que puedan ofrecer sus sabanas.
A lo lejos un Taxi, alza la mano y grita, “¡Taxi!”, por un momento se siente como una protagonista de mujeres en Nueva York, aunque ella no lleve acompañante.
El taxi para y su conductor es un hombre de mediana edad, moreno de piel y cabello, con unos ojos profundos, negros, casi opacos piensa.
Sus hormonas piensan por ella y en vez de montarse detrás se monta en el asiento del copiloto.
-          “No me gusta ir detrás, me siento demasiado sola”.
El no dice nada, solo sonríe y asiente con la cabeza.
            A dónde señorita?
            Calle Santa Valentina, por Tetuán. ¿Puedo fumar?
            No está demasiado lejos de casa, -Sonríe y observa de arriba abajo sus piernas cruzadas- Claro, pero cuidado con la ceniza, a mi jefe no le gusta que dejemos a los clientes fumar.
Ella pasa por alto el comentario de la cercanía de su hogar, prefiere sonreír.
-                              Puedes tutearme, no soy tan mayor para que me llamen de usted, eso deprime a cualquiera.
-                            Oh! Claro, será un placer, Yo soy Alejo, encantado. – No borra su sonrisa, la cual empieza a ser                 arrebatadoramente atractiva.
-                             Encantada, yo soy Diana, pero todos me llaman Rabbit.
-                            Vaya, buen apodo, qué pasa, ¿das suerte?, cuidado se te va a caer la ceniza, Rabbit.
Pronuncia con fuerza el apodo de la mujer, y parados en un semáforo limpia de su pierna unas motas de ceniza caídas, roza su muslo con lentitud, mientras qué sin quitar la sonrisa su mirada va dejando atrás la simpatía para dar paso a una mirada lasciva y con cierto deseo hacía aquella mujer desconocida.
La piel de la mujer se eriza, y siente el calor de la mano del que hace llamarse Alejo, una mano grande y fuerte, que la toca con delicadeza y sutilidad.
-                           Manos calientes tienes suerte, yo estoy muerta de frío.
-                           Todo tiene solución, ya sabes…  -Deja la frase en el aire, mientras mira de reojo a la que espera sea su próxima acompañante.
-                         Si, ¿Tu me darías alguna?
-                         Se me ocurren unas cuantas la verdad, señorita Rabbit.
-                        Ah! Sí? – El tono de la mujer ha dejado de ser cándido y afable, ahora impregnado de lujuria y picaresca mira a su conductor mientras se muerde el labio, deseo, siente un deseo atroz por aquel hombre.
-                          Claro, todo, todo tiene solución-. Pone de nuevo su mano en el muslo templado de la mujer y lo                    aprieta, esperando ver la reacción de ella, la cual no se resiste, al contrario ansia que su mano se                  deslice hacia el interior de su cuerpo.
-                          Ya estamos llegando, ¿tu jornada ha empezado o está terminando? – Para que andarse con rodeos, le          mira y muerde su labio de una manera provocadora.
-                         Por suerte eres la última acompañante de la noche, una gran suerte, todo hay que decirlo, pero, ¿Por             qué lo dices? – Aprieta su muslo con fuerza y roza con sutilidad la entrepierna. Nota el calor que                   desprende y su sonrisa se ensancha.
-                        ¿Quieres subir? A tomar una copa o un café, lo que surja.  –Su mirada desprendía lujuria y su cuerpo          comenzaba a sentir ansias de ser tocado.
Parados en un semáforo, con el sol ya casi apareciendo en escena, Alejo agarra con fuerza de la nuca a Rabbit, la besa con deseo, con ansia, su mano aprieta el muslo y finalmente acaba en su sexo ya húmedo, sus lenguas juegan a entrelazarse, sus dientes a morderse y las manos de ella agarran fuerte su pelo. Alejo nota el impedimento de las medias y decide romperlas, son de algodón por lo que no le es difícil agujerearlas para dar paso libre a sus gruesos dedos.
Aparta el tanga mojado hacía su ingle derecha y comienza a jugar sin prisa con el clítoris abultado de la mujer.  Alejo nota como Rabbit aspira profundamente y sus ojos parpadean a modo de placer. Ella se desliza hacia abajo mientras una de sus manos ya ha descendido al bulto de su taxista, mientras nota como juega con ella y disfruta, baja la cremallera del pantalón, el botón ya estaba desabrochado de la presión ejercida por el falo del hombre.
Sus manos frías comienzan a masajearlo y a rozar el capullo ardiente e hinchado, sube y baja con lentitud, ella tampoco tiene prisa, ya no.

Sin avisar y mientras se siguen besando, el hombre introduce su dedo corazón y anular en las humedades de la mujer, nota la calidez de su interior y metiéndolos todo lo dentro que sus otros dedos le permiten comienza a moverlos dentro de ella. Sin sacarlos hace que pare el beso y gima, hace que comience a suspirar de placer.
En un movimiento brusco él la medio levanta y pone casi bocabajo, con la cara en su miembro, e introduce de nuevo los mismos dedos dentro de ella, esta vez más profundamente,  con más rapidez con más bestialidad.
Mientras ella gime, comienza a lamer su pene, erecto, duro y enrojecido por la erección.  Lo embute dentro de su garganta, una garganta profunda que saliva encima del pantalón y calzones del hombre, su cuello comienza un compás lento mientras que su lengua juega con la cabeza en cada salida y metida, con el pirsin de la lengua roza el capullo y hace que el hombre pare su ritmo y gima, se le escapa un “Joder, como la comes” y vuelve a su trabajo anterior, producir placer en el cuerpo de ella.

“Vamos a mi casa”, dice ella mientras se queda mirando fijamente a los ojos del hombre, limpia la saliva de sus comisuras, y repite, “Vamos a mi casa, ya”,  no es una petición, ni un ruego, es una orden. Quiere sexo y lo quiere ya.
El semáforo ha cambiado de color tantas veces que al sol le ha dado tiempo a terminar de salir y clarear las calles de Madrid, pero el silencio de la vía aún produce respeto.
El taxi arranca y gira a mano derecha, aparca donde ella le dice, en un sitio de minusválidos,  a esa hora nadie va a decir nada, ni grúas, ni policía, justo frente a su portal.
Ambos se bajan del coche, y en el soportal mientras ella busca las llaves en un bolso que le parece demasiado profundo y  grande, él la agarra pro detrás, besa su cuello, lame su oreja, y toca su cuerpo con fuerza.  Nota como sus muslos hacen fuerza y se aprietan mutuamente para detener las ansias de su naturaleza, se excita aún más.
Una vez dentro del portal, llaman al ascensor, rompiendo la tranquilidad y el silencio del mismo.  Ella le empotra contra la pared, sube una de sus piernas a la cadera del hombre, dejando entrever lo que quiere y le besa, con fuerza, con hambre, ya no queda espacio para la sutileza o la tranquilidad, el deseo la posee.
El hombre la sube a horcajadas haciendo que ella pueda notar la erección en su propio sexo, se balancea sobre él mientras le tira del pelo y hace sonar las llaves. Llega el ascensor.
Con ella aún encima se meten dentro, y ahora es él quien la apoya sin cuidado alguno en el espejo del ascensor.
“Te follaba ahora mismo”, dice mientras lame su pecho enrojecido por la barba naciente del hombre.
El ascensor se para en el piso número 7, ella se baja de su amante y se dirige con paso veloz a su puerta.
La llave no está echada,  eso solo puede significar que su compañera de piso estaba en casa. Ambos se miran, con cierto nerviosismo y calentura.
Entran, efectivamente su compañera de piso está echada en el sofá, viendo la televisión.
Con una camiseta rosa y en bragas, con las piernas abiertas, observa embobada la imagen de su compañera y el hombre que la acompaña.
-                                       ¿No se supone que te ibas a dormir a casa de Susana? Inquiere con cierto mal humor la mujer.
-                                      Si bueno, al final he decidido quedarme pero veo que tienes un plan mejor. Sonríe mientras les                      guiña un ojo.  
-                                       Mi habitación es la del fondo, ponte cómodo, enseguida estoy contigo.
Rabbit se sienta un momento en el sofá, y ambas se ríen maliciosamente.
-                                     ¿Crees que aceptará?
-                                    Ambos estamos ardiendo, dudo que se niegue, de hecho, ¿quien en su sano juicio se negaría?
Ambas sonríen a la par que se levantan y dirigen a la habitación del fondo.  
Antes de entrar, Rabbit se quita el vestido, las medias y el sujetador, quedándose  únicamente con el tanga húmedo que cubría débilmente su monte de Venus, pues era de seda transparente, por otro lado, su compañera, Mixie, se quita simplemente la camiseta rosa, no lleva nada más a excepción de unas bragas negras de algodón.
Abren la puerta y ven a Alejo, desnudo en la cama, una cama de barrotes alta, con luces de neón azules y moradas, fumando un cigarro y tocándose el falo, Mixie apoya a Rabbit en el quicio de la puerta y comienza a lamer sus pezones a la par que toca su cuerpo.
Alejo, que no cabe en sí, no termina de entender la escena.
-                                    Pero,… vosotras…¿?  –Dice confuso observándolas, simultáneamente se relame los labios y                         aprieta más su pene.
-                                 ¿Quieres jugar con nosotras? –Rabbit le mira mientras separa a Mixie y la agarra de la mano, dirigiéndose a la cama, donde se encuentra Alejo sentado, le quita el cigarro, da una calada y se lo pasa a Mixie, la cual hace lo mismo.  Lo apaga en un cenicero casi lleno y se sube a la cama. El cuerpo de Mixie, con mas curvas que las de Rabbit está caliente,  más qué el de alejo que nota sus senos en su espalda y su erección aumenta.
Comienza a lamer su oreja mientras que Rabbit frente a Alejo se coloca de rodillas y agarra su glande inflamado y chorreante de líquido blanquecino, lo introduce en su boca y comienza a comerlo con ansias, sin pudor alguno.
Alejo decide no resistirse y dejarse llevar, es una oportunidad única, aquellas dos mujeres le querían follar y el sentimiento era mutuo. Sentía la saliva de Rabbit escurrir por sus testículos y muslos, notaba a Mixie morder su cuello y relamer su oreja, no cabía en sí de la excitación.
-          Follanos, susurro Mixie al oído de aquel hombre exorbitado.
Sin mediar palabra agarra a Rabbit de los hombros y la sube a horcajadas en la cama, la coloca a cuatro patas, y sujetado a Mixie del tobillo la tumba a su altura dejando sus piernas fuera.  Comienza a meter sus dedos índice y corazón dentro de ella, mientras que con la otra mano moja el sexo cálido de Rabbit e introduce sin piedad su falo hinchado.
Consigue unificar el ritmo de mano y cadera,  ambas mujeres gritan de placer y éxtasis.
Mixie manosea los pechos bamboleantes de Rabbit mientras nota como la mano de Alejo la folla sin piedad ni control.
Alejo embiste a Rabbit con alevosía, con placer, la mete entera y cada vez con más fuerza, con la mano que tiene libre abofetea sus nalgas, las piernas le tiemblan del placer a cada metida, nota como Rabbit llega al primer orgasmo en el cual el placer inunda su cuerpo.
Sale de ella y la coloca con fuerza encima de Mixie, dejando su sexo a la altura de su boca, a ellas no les hace falta ninguna indicación y Rabbit se coloca de cuclillas para empezar a notar la lengua de Mixie introducirse dentro de su vulva de cómo lame su sexo abultado y sus manos aprietan sus muslos a modo de tope.
Alejo por su lado mientras observa tal escena,  agarra de las piernas a la segunda y comienza a penetrarla, con violencia, sin piedad, la mete y la saca haciendo que el cuerpo de la mujer tiemble y vibre, los tres gimen de placer, Rabbit masajea el pecho de su compañera, pelliza sus pezones, aprieta su carne y araña su piel mientras que lo hace, mira a Alejo y sonríe lascivamente.
Mixie consigue que su compañera se corra por segunda vez a la par que ella lo hace por primera, lame su sexo con glotonería, no quiere dejar que se escape nada.
Cuando ambas mujeres ya han terminado en su éxtasis personal, se colocan a cuatro patas, dándole la espalda a Alejo, ambas quieren lo mismo y mientras Alejo, entiende la situación cada una toca el sexo de la otra, lo masajea y excita más si es que sea posible.
Comienza por Rabbit y decide que tres sacudidas por mujer está bien. Pero no sacudidas normales, serán animales y salvajes, como a él le gusta. Las quiere oír gritar y en cada sacada dejarlas con ganas de más.
Empieza por Mixie, que está en el lado izquierdo de la cama, primera metida hasta dentro, incluso le duelen los testículos de la sacudida, Mixie gime e introduce los dedos dentro de su compañera que está ansiosa de que llegue su turno, segunda metida, más brutal que la primera, más visceral, más profunda, abofetea las nalgas de las dos mujeres y las pellizca, se queda unos segundos dentro de ella y la saca, las muerde a ambas y aprieta sus dedos en la espalda de cada una, Mixie y Rabbit se besan desenfrenadamente, tercera metida, el placer inunda a Mixie, Alejo gime y aprieta la cadera de ella para que su polla entre hasta el final.
Turno de Rabbit, primera metida, y su cuerpo tiembla, le sorprende la ferocidad con que es penetrada pero le gusta demasiado como para decir nada, sigue besando a Mixie e introduce sus dedos, índice, anular y corazón dentro de ella, los mete y los saca mientras nota el glande de Alejo moverse en círculos, sale de ella dejando el vacio a su paso, respira con dificultad y continua, segunda metida, Rabbit gime y grita a la par, en una mezcla de dolor y placer, nota sus nalgas ardiendo y como su amante masculino cada vez está más fuera de sí la folla. Vuelve a salir y llega la tercera metida en la cual Alejo agarra sus caderas y decide correrse con ella, sigue embistiéndola, no le interesa volver a sacarla y meterla en otro coño que no sea ese, si se corre, quiere correrse con Rabbit.
Comienza a embestirla continuadamente, haciendo que sus testículos reboten con furia, inca sus dedos en su cadera y gime de placer mientras ve como Mixie se coloca para que Rabbit coma su sexo, ha entendido quien es la elegida en ese momento.
Dentro y fuera cada vez con más rapidez, a compás de la lengua de Rabbit y sus gemidos.
El trío clama placer, gimen en éxtasis.
Finalmente Alejo nota como su Hidromiel quiere escapar de su cuerpo para introducirse en el de su amante, y acelera la marcha, cachetea  de nuevo el trasero de la mujer ya enrojecido y nota como sus piernas se doblan de puro goce, gime como un animal salvaje, y expulsa dentro del cuerpo de la mujer todo lo que tiene dentro incluida su vitalidad.
Se apoya en la espalda de Rabbit aun dentro de ella, besa su espalda y observa la cara de Mixie que en ese mismo momento está llegando al éxtasis, con una cara soberbiamente lujuriosa, nota la respiración agitada de ambas, la habitación de neones huele a sexo y a sudor, huele a hombre, a mujer, huele a placer y excitación.
El silencio se mezcla con los gemidos de aquellas tres personas, que habían compartido un juego tan exquisito como es el sexo.
Alejo sale de Rabbit y nota como chorrea el jugo propio y divino de la mujer.  Se acerca a la mesilla y coge tres cigarros que enciende a la par.
Ambas mujeres tumbadas boca arriba con respiración agitada cogen el cigarro y aspiran profundamente, Él se tumba entre las dos y deja que se apoyen en su pecho sudado.
Acaricia sus hombros y espaldas, y nota como el placer inunda su cuerpo.
Mixie y Rabbit se miran, sonríen esta vez con calidez y armonía.
Ambas han conseguido lo que buscaban.
Allí quedan dormidas aquellas tres figuras extrañas entre sí, dormidas y en silencio.
Como broche final, el sol ya en lo alto, brilla y calienta el día mientras la grúa se lleva el taxi aparcado en la plaza de minusválidos.
Aunque, ahora nada importa, el placer reside en ese cuarto.


Hasta la próxima  queridos.