miércoles, 31 de julio de 2013

Candaulismo o Candalagnia.


El candaulismo o candalagnia, son términos médicos que se refieren al impulso psicológico de un sujeto de exponer a su pareja sexual a imágenes de ella o él, ante otras personas con el fin de obtener gratificación erótica. Es una variante del candaulismo, el sujeto obtiene gratificación sexual obligando a su pareja a exponerse sexualmente, desnudarse o realizar actos sexuales con otra persona. Se agrupa entre trastornos del comportamiento sexual con respecto al objeto con el que se obtiene placer erótico.
A veces, este comportamiento se toma hasta el punto de permitir que se llegue a una relación sexual, una práctica definida como triolismo por intercambio de pareja. En ciertos casos, la relación evoluciona hacia una unión estable entre las tres personas, conocida como ménage à trois.

Pese a que la sociedad está cortada por unas normas básicas y arraigadas a una moral normalmente religiosa, muchos son los que viven a un lado de estas reglas marcadas, viven descubriendo su sexualidad y su verdadero Yo. Y no por ello son mejores o peores, el deseo sexual es libre y partiendo de una norma básica, la de qué ambos quieran, el resto las escriben los amantes.
Dicho esto, liberemos de nuevo nuestra imaginación y mente por las líneas que aquí aparecen, dejemos escapar nuestros deseos más íntimos.




Brisa otoñal, calles escurridizas, las farolas recién encendidas iluminan una gran casa, una casa pintada de blanco, con una gran puerta de madera engrandeciendo la entrada.
En su interior una pareja, Ella en el aseo, dándose un baño de espuma, lavando su piel con agua caliente, frotando y masajeando sus senos con placer, disfrutando de su cuerpo.
En el dormitorio, Dos, mirando impaciente por la ventana, observando la calle, ahora solitaria, un cielo oscuro, estrellado, perfecta estampa otoñal, pero ¿Dónde estaba Tres? se preguntaba tocando sus genitales con delicadeza.
Diez minutos después un coche aparca frente a su casa, era Tres. Él hombre baja a la planta de abajo y abre la puerta paciente pero a la vez ansioso porque su invitado atravesase las puertas de su fortaleza.

-Bienvenido, Ella está dándose un baño, no sabe nada, así qué no te extrañe su reacción.
-De acuerdo, ¿Tienes una copa?

Ambos hombres suben al segundo piso, Dos, sirve dos copas, se ponen cómodos.
Una fina bata cubría sus cuerpos, Dos, sentado en una butaca de cuero negro colocada frente a su grandiosa y alta cama de matrimonio.
Tres, sentado en esta, bebiendo de su copa. En silencio, esperando, esperándola.
Una luz tenue pero cálida inunda la habitación, Tres puede notar que las sabanas de la cama son de lino. Tras dos copas más, la puerta del baño se abre, con la joven mujer desnuda, petrificada mirando a aquel hombre que pese a su atractivo es un simple desconocido para ella.
Antes de que pueda gritar, huir o atacar, Dos, su marido, habla con serena pasividad.

                -Querida, te presento a Tres, esta noche será tu compañero de juegos.

Ella incrédula, mira a ambos, se tapa los senos y su monte de Venus dándose cuenta de que está desnuda.

                -¿Qué quieres decir?
              -Llevo tiempo queriendo observar como juegas con otro hombre, ver lo guarra y puta que eres con otro. Te doy mi beneplácito para que folles con Tres, ya sabes su nombre, ya no es un desconocido para ti.
                -Pero…
                -No, no hay peros querida. Adelante Tres, qué comience el espectáculo.

Tres se levanta decidido, nada le va a detener, desea a esa joven y delicada Mujer. Quiere jugar con ella, su marido le es indiferente.
Se acerca a ella, agarra su cuello con delicadeza y la besa. Besa sus labios con pasión, qué  en un principio no es correspondida, pues Ella pese a no resistirse se queda inmóvil, tapándose aún los senos y sexo.
Saborea su delicada piel, hasta el punto de erizarla de tal manera que un escalofrío recorre el cuerpo de la mujer.
Con la mano en su espalda, la atrae hacia él con fuerza, la besa de nuevo, esta  vez ella excitada por semejante ímpetu se deja llevar y corresponde a su beso.
Sus lenguas juegan, pasan de boca a boca, creando curvas imposibles, Ella nota la presión que ejerce el miembro de Tres en su cuerpo.
Dos acaricia su sexo, ya erecto, mientras ve a su mujer besarse con aquel hombre, observa la escena, pone mucha atención a cada gesto.
Tres sube a horcajadas a la Mujer, apoya su cuerpo en la pared y lame sus pechos, los come con ansia, pone duros sus pezones, hace que su sexo se humedezca.
La mujer es mucho más pequeña que Tres, por lo que este puede maniobrar perfectamente con ella, tanto es así, que en un rápido gesto coloca el sexo de la mujer a la altura de su boca, esta apoyada aun en la pared enlaza sus piernas al cuello de Tres, agarra su cabeza y tira de su pelo,  este comienza a lamer el clítoris rosado de la mujer, a mordisquear sus labios, a introducir con rapidez su lengua. Ella gime, gime a la par que tira de su pelo y aprieta los muslos contra su cara, deja de notar la presión de su espalda contra la pared.
En su butaca, Dos, masajea su glande, erecto y lubricado por su propia saliva. Adora verla gemir.
Con ella aún encima de sus hombros, se dirige a la gran cama, su cuerpo cae con delicadeza sobre esta, húmedos sus muslos que ahora se aprietan mutuamente por la excitación.
Tres se acerca a la pequeña cubitera que reposa tranquilamente en la esquina de la cama y coge dos hielos, nota el frío en su mano y observa la ventana empañada por el calor del interior. Sonríe lascivamente y se gira mirando el cuerpo agitado de la mujer.
Se sube encima de ella, roza con su pene el clítoris de la mujer, lo que hace que esta gima y se revuelva sobre si.
Con los tres hielos se acerca a su cuerpo y con sutileza roza sus labios, lame los dos cubitos de hielo y los comienza a pasear por el cuello de ella, estos rápidamente comienzan a derretirse dada la temperatura de su piel, sigue bajando hasta sus senos, los rodea y hace que estos se pongan firmes y duros de nuevo, continua y se posa en su delicada y casi inexistente barriga, agarra con fuerza los hielos y deja caer las gotas sobre su cuerpo.
Ella gime de placer, a la par que de excitación.
Tres agarra la cabeza de la mujer, hace que se incorpore y pone su boca a la altura de su glande encendido, lo introduce y mueve rítmicamente, llegando hasta la profundidad de su garganta, ella comienza a salivar, mojando la cama, sus piernas, las de Tres.
Hace sonidos guturales, lo cual a su Marido, excita de sobre manera, él, por su cuenta, maniobra sentado en su butaca, cual mero observador de una película porno amateur.
Ella mira a Tres de forma Picara mientras engulle su firme pene, quiere que la folle, y lo quiere ya. Pero Tres tiene que seguir un juego, no el de ella precisamente.

Le tiemblan las piernas, justo momento para separarla y tumbar de nuevo su cuerpo.

-Cierra los ojos, no los abras hasta que yo no lo diga.

Ella obedece y esta vez, de la mesilla coge un bote, el cual destapa e introduce los dedos en el.
Da de lamer a ella. Es dulce, pegajoso y tiene una textura sublime.  ¿Miel? Se pregunta ella confusa de nuevo.
Alza el bote y deja caer un fino chorro de aquel espeso líquido sobre su pecho y senos. Está caliente.
Su espalda se curva casi en un arco perfecto dejando entrever las costillas, sin saber bien la razón, al tener los ojos tapados, se excita más al notar la textura y el olor agudizado de la miel, si, corrobora que es miel.
El Marido, sigue rítmicamente frotando su rígido pene, disfruta viendo la escena.
Tres se acerca a la mujer y lame la miel de sus senos, dejando su piel pringosa, absorbe su pecho mientras que baja la mano derecha hacia el clítoris, el cual masajea con lentitud, ella, gime, siente, goza, cuando su cuerpo de nuevo crea una parábola casi perfecta, introduce dedo índice y corazón, aprovechando la humedad que ha creado ella sola por la excitación.
Los embute hasta dentro de tal forma que los gemidos de ella ensordecen la habitación y excitan tanto a Tres como a su Marido, un manantial blanquecino emerge sobre la mano de Tres.
Este termina de lamer lo que puede de la miel, dejando húmedos sus pechos, se gira hacia el tercero sentado en su butaca de cuero, esperando una señal, que pronto llega en forma de afirmación. Luz verde para hacer lo que todos desean que haga, Penetrarla.
Apoya las piernas de la joven en sus hombros y acerca su cuerpo hacia él, formando una ele perfecta con el de ella, esta suspira de impaciencia, su sexo esta húmedo y deseoso.

                -Abre los ojos.

Ella lo hace y se pierde en la mirada lasciva y perversa de Tres, se muerde el labio y siente como se introducen dentro de ella con delicadeza. Gime de placer, su cuerpo vibra.
Cuando aún no ha terminado de meterla, Tres da un espasmo inhumano hacía dentro, de tal forma que la mujer grita en una mezcla de goce y dolor.
Saca su pene lentamente, repite el gesto, primero despacio, ambos notan como entra, la humedad que ella tiene, la dureza que posee Él, de nuevo la embestida, dura y feroz.
Ella nota como en cada embestida su cuerpo retrocede sobre las sabanas de lino, agarra las nalgas del hombre e involuntariamente marca el ritmo de las embestidas, cada vez más rápido e insaciable.
Tres se gira y mira a Dos, que se encuentra ensimismado viendo como aquél hombre folla a su mujer, de cómo ambos disfrutan de ello, hace un gesto, quieren que cambien de postura.  Este da una última sacudida y nota el vacío que deja al salir.
Baja de la cama, la cual queda a la altura de su falo húmedo, erecto, agarra por los tobillos a la mujer y la arrastra hasta Él, sin soltar sus piernas, embiste su cuerpo, introduce su pene con tal fuerza que Ella grita, disfruta a la par que la duele, sus senos botan en su propio cuerpo.
El observador acelera el ritmo, esos gemidos le gustan demasiado.
Tres sigue embistiendo a la joven, ambos gimen y gruñen, sienten la entrada y la salida del glande, la humedad del sexo de ella, la dureza de él. Sienten el placer mientras sudan.
Dos quiere ver la cara de su mujer cuando ambos lleguen al climax total, le hace un gesto a Tres, el cual entiende a la perfección.
Tres para en seco, con su pene dentro de ella, esta abraza con sus piernas las de Él, pues sigue disfrutando al notarle dentro de su sexo húmedo y caliente.
Sin salir, se incorpora hacia ella, con pura lascivia lame sus labios, lentamente sale y de nuevo coloca la mano en su espalda , hace un giro rápido colocando a la mujer boca abajo, a ella no le hace falta más y entiende que postura van a hacer.
Se pone a cuatro patas y alza su culo en pompa, dejando ver sus labios húmedos, sus nalgas redondas y blanquecinas, mira a Dos, (el cual mantiene ya un ritmo frenético), con cara de perversión, sonríe a la par que lame sus labios.
Tres se coloca detrás, agarra con una mano su cadera y da una palmada en su nalga, introduce mansamente su glande a la par que coloca la otra mano en la mano usando de apoyo la clavícula de la mujer.
Comienzan las sacudidas, Dos mira a su mujer, observa a la par que se masturba, como gime, como su  cara muestra el placer que Tres la ofrece.
Notan como entra, como desgarra el interior de la joven, ya no hay marcha atrás. Las piernas de tres  tiemblan, los brazos de ella ceden, van a llegar al culmen del regodeo absoluto.
Los tres van a llegar al culmen, todos gimen, sienten el placer, cada uno en singular, todos en plural.
Tres continua embistiendo a la mujer, apretando su cadera para mayor empuje, notan un calambre que recorre su cuerpo.
Hidromiel que se derrama, caliente y espesa, por su interior, por el interior de la joven.
Ambos gimen, ella desesperada para finalmente llegar al éxtasis del momento. 
Dos por su lado, gruñe y gime mientras ve a su mujer correrse para también acabar llegando a su propio climax personal.
Respira agitado, se limpia con el batín, suspira y Se levanta, sirve tres copas, Tres se retira, se sienta en la cama y seca su frente, la joven se desploma en la cama, aun gimiendo y sudando por el placer.
Dos le acerca la copa a su mujer y a su compañero. Brinda a su salud y se sienta en la cama junto a ellos, acaricia la espalda de su mujer.
Quedando la habitación con las ventanas empañadas, oliendo a sexo, en silencio, con tres cuerpos agitados y sudorosos.

                                               Hasta la próxima Parafilia queridos. 

miércoles, 17 de julio de 2013

El fuego del desconocido.

Hoy no hablaré de parafilias, solo dejen evadir su mente, liberar su imaginación y disfrutar de la perversión que a continuación se relata.



Ruido, luces nocturnas, farolas encendidas, carteles publicitarios, la débil luz de estrellas lejanas, una inmensa Luna que de vez en cuando se deja ver entre las nubes purpureas de un cielo oscuro…
Calles húmedas, el estrambótico ajetreo del tráfico, los semáforos cambiando lenta y paulatinamente.
Tres de la mañana.
Una joven descalza dibuja eses deformes por la acera en plena ciudad, con los tacones en la mano. Un vestido negro de espalda descubierta deja entrever sus tatuajes, su silueta, su piel erizada, pues el contacto del suelo frío bajo sus pies descalzos hace que toda su piel se erice.
Demasiadas copas, piensa mientras camina, demasiados gilipollas en el último garito.
Malditos tacones. Malditos taxis. Maldita ciudad.
Sigue caminando sin rumbo fijo, buscando un taxista que la pare, que la escuche, que la haga un mínimo de caso. Se detiene y busca torpemente su tabaco, el último cigarro del paquete de Marlboro, por el cual le han cobrado cinco putos euros. La vida es una estafa, piensa mientras busca el mechero. ¿Y su mechero? Mira al cielo irónicamente y maldice la noche y sus habitantes. No tiene el puto mechero.
Quiere fumar, pero no ve a nadie en la calle. Mira a los lados… atrás… nadie.  Sigue andando descalza, notando la frialdad del suelo, con el cigarro en la mano, deseando poder darle una calada, calmar sus nervios, su frustración, encontrar un taxi, irse a casa, ducharse y dormir.
A lo lejos ve un hombre, un hombre fumando,  ¿Y si es un violador? ¿Un perturbado? Da igual, necesita fumar.
Acelera el ritmo, descuidando sus pisadas. Se acerca, alza sus pies de puntillas y toca su hombro.

                ¿Perdona tienes fuego?

El hombre la mira con desdén. Una sonrisa se dibuja en su cara.

                Claro princesa, aquí tienes.

Saca el mechero del bolsillo de su pantalón ajustado y lo enciende, iluminando el perfil de la joven.

                ¿Qué hace una princesa tan sola a estas horas de la noche y por aquí?

El hombre no deja de sonreír mientras guarda el mechero.

                Me has salvado. Gracias, de verdad, necesitaba fumar.

                No me has contestado.

Sonríe y despídete, se dice a sí misma, mientras se da cuenta de que ese hombre tiene pinta de ser un jodido perturbado, pues su voz suena autoritaria.

                Bueno, me tengo que ir, me están esperando. Gracias por darme fuego. Hasta luego.

Se gira. Un grave error por su parte. El hombre agarra su brazo y la arrastra hacía él. No tiene tiempo de reaccionar, la agarra con sus brazos, aprieta su pecho y su miembro contra ella, huele su pelo, su cuello.
                
                ¡Suéltame!

El hombre sigue oliendo su pelo, lame su cuello y se desplaza lentamente hacia un lado para apoyarse en la pared. Está agarrada de tal forma que es incapaz de moverse, por mucho que se revuelve no consigue soltarse. Ese hombre, ese loco, tiene una fuerza descomunal.
Me va a matar, piensa, mientras el pánico se apodera de ella.

                ¡Socorro! ¡Qué alguien me ayude! ¡¡ Socorro!! ¡¡ Por favor ¡!

                Calla, princesa, calla.

El hombre no eleva la voz, habla casi en un susurro, tapa la boca de la mujer con delicadeza mientras con el otro brazo aprieta más con más fuerza,  cuerpo con cuerpo.

                Eres tan pequeña y delicada, eres como tienen que ser las princesas…

La joven mira a aquel hombre aterrada, no sabe qué esperar, no entiende la situación… Pero comienza a notar a la altura de la curva de su espalda el miembro erecto y duro del hombre, que cada vez la aprieta más fuerte.
No deja de oler su cuello y su pelo, no la toca en ninguna parte, sólo la huele y aprieta con fuerza.

                Vas a hacer lo que yo te diga, ¿Verdad? ¿Vas a ser buena conmigo?

No puede hablar, pero asiente, las lágrimas comienzan a caer de sus ojos asustados.
Sólo espera la oportunidad y sal corriendo, se repite automáticamente una y otra vez. Sal corriendo.

                Camina conmigo, vamos al coche. Te voy a llevar a mi reino, princesa.

El hombre deja de apretar su pequeño cuerpo y libera la boca.
Ella intenta salir corriendo, pero se escurre en el pavimento mojado, cae de rodillas e intenta incorporarse deprisa para poder escapar de aquel perturbado.
No lo consigue.
El hombre la agarra de la pierna, haciéndola caer de nuevo torpemente al suelo, ensuciando su vestido, raspando sus rodillas.
La arrastra hacía él, se sube encima de ella, agarra su cuello, sus hombros y se pone cara a cara con la joven que le mira aterrada.
No es capaz de pronunciar palabra, su pecho sube y baja a un ritmo desenfrenado, las rodillas le arden.
¡Torpe, torpe, torpe!, acabas de perder la única oportunidad que tenías, se reprocha por dentro.

Eso no lo hacen las princesas. Lo que tú acabas de hacer lo hacen las rameras. ¿Acaso me has querido engañar? ¿Eres en realidad una sucia mujerzuela? Sabes…Yo sé cómo tratar a esas mujeres de mala vida…

Retira un mechón de pelo de la cara.
Se levanta de encima de ella, hace lo mismo con el cuerpo de la mujer pero sin delicadeza alguna, mira con frialdad sus ojos asustados.
Sonríe de nuevo, esta vez con malicia.
Su rostro ha cambiado…ha tornado a un gesto de maldad.
Agarra sus pequeños hombros y la empotra con dureza en la pared. La besa, pese a que ella no le responde y cierra los labios, él sigue besando su cara, y a fuerza de lengua consigue penetrar en su boca.
Con el antebrazo sujeta su cuello, casi ahogándola. Lame su mano libe con ansia, y de una patada abre las piernas de la mujer descalza…

                No por favor, no me hagas nada.
                Las rameras como tú por lo único que suplican es para que le metan la polla bien dentro, y eso es                 lo que voy a hacer, pero todo a su debido tiempo.

Me va a matar.
Maldito mechero.
Con la mano humedecida por su saliva, separa los muslos de la joven, que ahora tiemblan de miedo, aparta el tanga e introduce sin piedad alguna, tres de sus cinco dedos, índice corazón y anular.
Duele. Su interior se desgarra y se dilata a la vez.
Mueve sus dedos dentro de ella, los mete y saca sin dejar de mirar su cara. Ella tiene los ojos cerrados, sus lágrimas brillan bajo la luz tenue de las farolas.
Su cuerpo vibra. Siente cómo sus dedos la destrozan por dentro.

                ¡Basta!
                ¡Cállate, puta!

El hombre aprieta más su antebrazo, casi ahogándola, hundiendo su pequeña y delicada nuez.
Se relame la mano, disfruta del sabor que ha dejado en ella el interior de la mujer. Chupa uno a uno sus dedos. Saborea el jugo blanquecino y pegajoso que en ellos hay.
Agarra su delicado cuello, ahora ya enrojecido por la presión ejercida y hace que camine calle abajo. Giran a la izquierda y se meten dentro de una callejuela en penumbra.
¿Y mis tacones? Piensa mientras camina a trompicones. No seas absurda, vas a morir, ¿Qué importa que sea descalza?

                No quiero que nadie vea lo que te voy a hacer, sucia ramera.

Sus muslos están húmedos, pues aunque no ha disfrutado, su sexo se ha humedecido de tanta sacudida interna. Los nota pegajosos.
La empuja con tal fuerza que cae, raspándose de nuevo rodillas y brazos, de tal manera que se hace sangre, y nota el escozor de las heridas.
Sin dar a su víctima tiempo a levantarse, el hombre agarra sus tobillos y gira su cuerpo, se sube encima de ella, y comienza a reírse a carcajadas, como un desquiciado.
Me va a matar, se repite ella de nuevo.
Toca sus pechos, y hace fuerza con sus piernas para que no pueda escapar. Pellizca sus pezones, duros por el frío del pavimento en su espalda, por el miedo, por la… ¿excitación?
Se acerca a ella y lame su cara. Un sentimiento de asco llena a la mujer, que usa los brazos para apartarle e intentar quitarse de esa posición.
Una bofetada, tan fuerte que hace sangrar el labio superior, crea eco en la callejuela, pero nadie puede oírlo, se encuentran solos.

                No te resistas, no se servirá de nada.
                ¡Basta! ¡Basta! ¡Puto Loco! ¡Por favor! ¡Basta!
                Suplica cuanto quieras, eres una ramera y pagarás tu engaño.

El sonido de un coche a lo lejos hace que el hombre mire para atrás. En ese momento, ella araña su cara y se retuerce de tal manera que casi puede soltarse de la prisión de sus piernas.

                ¡Maldita zorra!

Agarra sus muñecas con una sola mano, ejerce una fuerza descomunal.
Aun nota el escozor de sus rodillas por la caída anterior. El pánico empieza a apoderarse de ella, no sabe qué hacer.

Con la otra mano el hombre se desabrocha el botón del pantalón y baja la cremallera, no lleva ropa interior, lo cual le hace más sencillo liberar la bestia interna.
Me va a follar y después me va a matar…
Maldito mechero.
Con la mano libre, abre las piernas de la mujer y con sus rodillas hace de tope para que pueda cerrarlas.

                ¿Ahora qué, putita? ¡Ahora qué!
                Por favor…

Escupe en su mano y lo restriega por su falo duro, grueso y venoso, lo coloca en la posición adecuada y acaricia la cara de ella.
Cuando menos lo espera…
ZAS.
Se introduce bruscamente, tanto que el pequeño cuerpo de la mujer parece vibrar en la embestida y el asfalto araña su espalda por la violencia de la misma.
Grita con un gemido de dolor, pues su sexo no está preparado para tal acometida.
Él se excita aún más, y muerde su cuello. Se queda dentro, notando el calor de su sexo, notando cómo éste se dilata por la dimensión de su miembro, que cada vez va creciendo más y más dentro de ella.
Lágrimas cristalinas recorren la faz de la mujer.

                ¿Te ha gustado, putita?
                Por favor…

El hombre sigue embistiendo el cuerpo de la pequeña joven, una y otra vez. A cada arremetida, un nuevo grito, dolor y excitación.
Gritos y gemidos se unifican.
Sale de ella. Se está haciendo daño en las rodillas. La levanta con una sola mano.
Las piernas de ella tiemblan. Sus muslos están mojados. Su sexo húmedo y chorreante.
El hombre se dirige a la pared y empuja a la mujer hacia ella. Se coloca detrás suya y curva su espalda.
Una espalda roja y herida.
Maldita la hora, piensa.
Maldito mechero.
Abre de nuevo de nuevo sus piernas forzosamente, pues ella aún se resiste. Agarra sus brazos con una mano y los apoya en la pared. Con la otra, coloca su glande en el núcleo abismal de la mujer para después rodearla con sus brazos y embestirla nuevamente.
El cuerpo de ella se curva, se eriza, se resiente.  El de él…disfruta.
Mete primero el capullo, haciéndolo girar en círculos y después termina la embestida con dureza.
Ella grita. Siente como si el mismo demonio estuviese poseyéndola en aquella callejuela.
Continua metiéndola sin ningún problema, pues la lubricación va mejorando a cada metida. El sonido que produce le excita y enfurece más.

                Te gusta, ¿eh, puta?

Ella no contesta, sólo intenta respirar, pues cada vez le resulta más costoso.

                ¡Contéstame!

Se introduce más fuerte, con más potencia, agarrando su pecho con ira. Da una cachetada sonora en su nalga, dejando la marca de los dedos. Se queda dentro.
Se mueve en círculos. Le encanta.

                Basta…por favor…por favor…
                ¡Cállate!

Aún dentro de ella, lame su espalda.
Sus piernas pronto cederán, no aguantan más tensión. Las embestidas de aquel perturbado la están destrozando. Pero no puede evitar, muy en su interior, disfrutar un poco.

                Quiero que me la comas.

Pone a la mujer de rodillas, agarra su cabeza y empieza a ahogarla con su falo erecto.
Se la mete hasta dentro, haciendo que ella salive en exceso, que haga sonidos guturales,  casi de asfixia, que incluso le den arcadas. Sus ojos se encharcan de lágrimas. Su cara se pone roja.
Se ahoga con su escroto.

¿Ves como eres una ramera? Las princesas no comen pollas. No así. Quiero correrme, pero dentro de ti.

Ella niega con la cabeza, y el perturbado introduce más adentro su pene, haciendo que ella explote en un ataque de tos.

La tumba con brusquedad en el suelo, en el frío suelo. Pone sus piernas magulladas y temblorosas en sus hombros, dejando al aire todo su sexo húmedo y dilatado.
Esta vez no necesita colocar su falo, pues de la erección se posiciona solo. Agarra sus muñecas con una de sus grandes manos, la otra apoyada en el hombro hace fuerza hacía él. Necesita  un punto de apoyo y será el pequeño cuerpo de la joven exhausta.
 Deja reposar su cuerpo, dobla a la mujer, haciendo que toquen rodillas y cara. Disfruta de la flexibilidad que otorga semejante ramera.
Embiste, se introduce en la joven de forma desorbitada, disfruta de semejante placer que es penetrar ese cuerpo. Un cuerpo que no le pertenece.
¿Me matará? Ya no afirma, ahora se lo pregunta.
Maldito mechero.
El hombre gime como un oso en celo. Nota cómo su cuerpo expulsa el pecado. Cómo se corre dentro de esa sucia ramera. Cómo recorre su interior el elixir blanquecino.
Disfruta del calor que produce su propia hidromiel dentro de la mujer, el calor que se expande por los muslos de la joven. El sudor cubre su cuerpo, el suyo y el de ella.
Pero aun no ha salido, no ha dejado de penetrarla. Aún permanece dentro. No quiere dejar de disfrutar de esa sensación.
Pasan diez minutos, lo que a ella le parece una eternidad…y finalmente se incorpora.
Se guarda su ya flácido pene, abrocha su pantalón y sube la cremallera.
Ella huye torpemente hacia la pared, encogida sobre sí misma. Espera lo peor.
Él se acerca, le tira el mechero y un cigarro, se gira sobre sus talones y comienza a andar.

                Gracias por el servicio. Ahí tienes tu mechero. Fuma.

No dice nada. No contesta. Ni siquiera le mira. Con la mano temblorosa enciende el cigarro y aspira una fuerte bocanada de humo…
Une escalofrío recorre su cuerpo, el cielo empieza a clarear y el sonido de los pájaros comienza a escucharse de forma difusa.
Lo ve alejarse de forma tranquila y pausada.

No hace nada, sólo fuma.

                                                                                 Hasta la próxima queridos.

lunes, 15 de julio de 2013

Cancaneo. (Dogging / Cruising)


El cancaneo es la práctica sexual que consiste en mantener relaciones sexuales en lugares públicos, generalmente de forma anónima y sin ataduras.
Suele realizarse en parques, playas, bosques y demás descampados cercanos a zonas urbanas, así como en baños públicos y las aéreas de descanso de autopistas.
El dogging es el anglicismo para referiste a esta actividad cuando los practicantes son heterosexuales mientras que cruising es el termino ingles usado en el ambiente gay.

Cancaneo Heterosexual; Se suele aceptar que es un fenómeno moderno de origen británico, cuya moda se ha extendido a otros países. Los lugares típicos para esta práctica son parques y aparcamientos. Suele haber más de dos participantes y a veces evoluciona hacia una orgia.
Los mirones son bienvenidos, lo que hace del dogging una forma de exhibicionismo. Los participantes se pueden reunir de forma casual o (cada vez más habitual) haberse citado a través de internet. 

Cancaneo Homosexual; El cruising o cancaneo homosexual más que una práctica exhibicionista es un fenómeno relacionado con encontrar un compañero sexual de forma anónima, discreta y sin ataduras, en lugares públicos pero lejos de las miradas extrañas. Además es un fenómeno más antiguo, existen registros históricos de que esta práctica ya se realizaba en la antigua Roma. Los baños públicos son mencionados como lugares para encontrar compañeros sexuales. Juvenal señala que allí los hombres se rascaban la cabeza con un dedo para identificarse ante los demás. También se cita que había hombres que buscaban marineros en las proximidades de distrito cercano al Tiber.

Si quieres conocer, reglas y conductas del dogging, visita :http://vidayestilo.terra.es/pareja/sexo/dogging-el-sexo-prohibido,5d1346f9a04fc310VgnVCM5000009ccceb0aRCRD.html 

Fuente: Wikipedia.// vidayestilo.terra.


Bien, ahora como opinión personal, añadir que esta práctica cada vez más de moda, tiene el aliciente del anonimato, ya que también puedes ir disfrazado o a cara cubierta, ya sea con una máscara o caretas. Internet ha abierto la tapa de Pandora en lo que a la realización de parafilias se refiere, pues los que se creían solitarios se dan cuenta de que no son únicos y de que hay muchos como ellos. Y es por ello que se sirven de este medio para concretar sus citas.
Teniendo en cuenta y siempre con precaución de con quién se queda.  Solo nos queda disfrutar siendo vistos o a escondidas con un anónimo.

Y una vez más, leamos estas líneas dejando a la imaginación jugar con el relato que aquí se presenta.



Estaba nerviosa, no sabía con certeza cuantas personas se iban a presentar, si solo sería ella la única mujer o si por el contrario nadie iría y haría un gran ridículo, teniéndose que volver sola.
Esperaba con ardientes deseos que todo marchase bien y disfrutar de una nueva experiencia, ¿serían guapos?, ¿Atractivos?, ¿Agradables? ¿Agresivos?, un mar de dudas cubría a la Mujer. No tenía demasiado claro donde se estaba metiendo.
Llegó al punto de encuentro, una mesa de piedra en medio de un descampado a las afueras de la ciudad.  Aún no había nadie.
La oscuridad, era casi absoluta, quitando algunas luces a lo lejos, dejando que las sombras de los arboles jugasen a su antojo e incomodasen un poco a la Mujer.
Se sentó en la piedra, haciendo que su piel se erizase al contacto de la misma,  pues llevaba una minifalda de licra negra, que al sentarse se le había subido de tal forma que dejaba sus nalgas al aire y lógicamente al contacto directo con la fría piedra de la mesa.
Se encendió un cigarro y esperó, sin saber muy bien que es lo que deseaba, si un plantón o que acudiesen al menos dos o tres personas a la cita.
Al cabo de una media hora empezó a escuchar murmullos lejanos, parecían masculinos, pero no se quería adelantar, quizás fuesen transeúntes o alguien dando un paseo, aunque a esa hora, sería algo extraño.
No tardaron mucho en acercarse a la Mujer,  tocar sus hombros y espalda semidesnuda.
Ella noto unas manos fuertes agarrando sus hombros, a la par que otras delicadas rozando su espalda.
Uno de ellos se coloco delante de ella, abriendo sus piernas lentamente, apartando el tanga, comenzó a masajear su sexo palpitante.
El Otro, sentado encima de la mesa con los pies en el otro asiento y girado hacia ella, comenzó a lamer su cuello y a masajear sus senos.
Uno, mientras masajeaba el sexo de la Mujer, saco su pene y puso las manos de la mujer en el mismo, para que ella también jugase.
Así bien, no tardo en comenzar despacio y pasionalmente a maniobrar con su glande. Mientras que el mismo, introducía los dedos anular y corazón dentro de ella, haciendo que gimiese a un alto volumen, Otro siguió masajeando sus senos y pezones ya duros y erizados.
Este también sacó su glande, que ya se encontraba duro y ardiente, pues ver a aquella desconocida gemir mientras, Uno, la follaba con su mano, le ponía en exceso.
Mientras Otro masajeaba los senos de la Mujer con una mano, con la otra jugaba con su pene erecto.
Uno hizo un gesto a Otro y cogiendo en volandas a la Mujer la cambiaron de posición.
Ella de pie,  Uno detrás suya, abriendo sus nalgas, contemplando su ano, su sexo húmedo y chorreante, Otro frente a ella, con su falo en la mano. La falda de ella se posicionaba ridículamente en la cadera a conjunto con la camiseta, dejando todo al aire.
Uno le introdujo su gran glande, de forma visceral, con las manos agachó la espalda de la mujer, para que pudiese comer el duro sexo de su compañero.
Uno agarro sus caderas, Otro su cabeza y comenzaron al mismo ritmo a introducir sus glandes por los diferentes agujeros.
Desmesuradamente, la mujer salivaba sobre Otro, a la par que gemía por las embestidas descomunales de Uno.
El sonido ambiente, ruido de grillos, pájaros nocturnos y demás maleza de la noche quedaba sepultado por los gemidos ahogados de la Mujer.
Mientras continuaban en esa posición, apareció otro hombre, el tercero.
No quería molestar ni tan siquiera participar, el solo había ido a mirar tal espectáculo. Se sentó en la mesa y comenzó a jugar con su glande mientras se relamía observando a los tres cuerpos moverse rítmicamente.
Otro miró a Uno, suficiente para que este entendiese que quería cambiar las tornas.
A Uno le pareció perfecto pues necesitaba descansar un poco para poder aguantar más tiempo sin correrse.
Otro la cogió por el cuello y beso su boca, húmeda y algo pegajosa.  La cogió y subió encima de él, Ella hizo lo propio y se abrazo al cuello del Hombre, (Otro), y con las piernas hizo un lazo sobre su gruesa cadera.
Agarrando las nalgas de la mujer, comenzó a subir y a bajarla sin ninguna dificultad pues Él era mucho más grande que ella.
Los gemidos se entremezclaban nuevamente con los de los dos hombres, pues el tercero llegaba al climax observando tal escena devastadora para el interior de la mujer, pero a la vez tan gratificante para ambos.
Como si de un Oso se tratase, el Hombre que embestía a la mujer vertió en su interior todo su líquido de dioses, su hidromiel, espeso y caliente. Un gemido descomunal, acompañado de una cachetada en las nalgas de la mujer.
La bajó al suelo y el líquido del hombre bajaba lentamente por los muslos de la mujer. Las piernas de esta temblaban de la tensión.
Cedió el turno a Uno quien cogió a la mujer y apoyándola en la mesa dejó sus cachas en pompa, rojas y calientes, abriéndolas, pasó la lengua desde su ano hasta su sexo haciendo que la Mujer siguiese gimiendo ante tal gesto.
Su glande iba a explotar y necesitaba hacerlo dentro de ella. Introdujo lentamente el capullo para terminar fuerte y duramente con la metida, el cuerpo de la mujer se irguió y su piernas temblaron aún mas, casi haciéndola ceder, el hombre, (Uno), haría la misma jugada varias veces más, engañando al cuerpo de la mujer, para después castigarlo con una embestida cada vez mayor y más dura.
Ella ya había llegado al climax, pero tenía que esperar a que el hombre que ahora la follaba acabase. Su cuerpo se convulsionaba del placer, su sexo húmedo, chorreaba elixir de Dioses.
Y el hombre como un animal salvaje, en aquel boque, a ojos de aquellos dos hombres ya satisfechos, embestía a la mujer, una y otra vez, cada vez más fuerte. Dando cachetadas, apretando sus piernas.
Finalmente, en un gruñido de placer, Él, llego al climax absoluto,  y derramó su Hidromiel, en el interior de la mujer, juntándose con la de la misma y la de su otro compañero.
Respiraban a trompicones, con Él aun dentro de ella. Ella se echó lentamente para adelante, notando el vacío que dejaba aquel glande tras de sí.
Tres cuerpos sudados, cansados, cuatro cuerpos satisfechos, se encontraban en las afueras de la ciudad, fumando el cigarro de después.
Acariciándose entre todos, sintiéndose como animales en el bosque.




                                                                           Hasta la próxima queridos.


jueves, 11 de julio de 2013

Astenolagnia.


La Astenolagnia hace referencia al comportamiento sexual en el que la excitación erótica, la facilitación y el logro del orgasmo son relativos o dependientes a la humillación y la debilidad propia o de la pareja.
Como opinión personal siempre, considero que esta parafilia se basa nuevamente en la dominación o en el ser dominado.
En demostrar el poder que se tiene sobre la otra persona o descubrir el que la otra tiene sobre ti.
En los juegos de cama no existe regla alguna, simplemente existe una máxima, disfruta y haz que el(los) otro(s) disfrute(n).

Dicho esto, comencemos a imaginar y sentir entre las líneas que a continuación vienen, pues nada más libre y jugoso que la propia imaginación.

Tenía treinta y algunos y ya había disfrutado de casi todo en lo que a temas de la noche se refería, pese a que aún guardaba una pequeña espina, no se había encontrado con nadie para satisfacer tal curiosidad propia.
Una noche cualquiera, un Miércoles por ejemplo, estaba tomando unas cervezas con unos compañeros de trabajo y apareció Ella, una joven con un cuello perfecto, hombros al descubierto y un pequeño vestido que dejaba a la imaginación jugar a su antojo, pues se marcaba toda su figura, fina, curvilínea, pequeña y manejable, tacones negros que hacía que su cadera se moviese cual serpiente. 
Hubo un contacto rápido de miradas y un juego de las mismas que duraría más de media noche.
Ella tenía algo en sus ojos, lujuria, perversión, algo le incitaba a querer poseerla.
Al acabar la noche y Él no atreverse a decir nada, ellas pagó su cuenta, se despidió de la gente que allí se quedaba y salió por la puerta.
“Ve tras ella” Se dijo a sí mismo. Y así hizo. Siguió aquella sinuosa figura.
Ella sabía que él la seguía, jugaba con Él. Paró un taxi y se montó, dejando la puerta abierta, esperando que el hiciese lo propio y subiese. Así hizo, no hablaron, Ella dio la dirección al taxista y este se puso en marcha.
La pequeña mano de la joven, se poso con delicadeza en su entrepierna, Él, noto el frío y a la vez calidez de la misma. Notaba como subían y bajaban  sus dedos, como jugaban con su ya abultado sexo.
Fue a presentarse, que menos, pensaba Él. Ella hizo un gesto y puso un dedo en sus labios, no quería que hablase.
Le beso, con fuerza, introduciendo su lengua, llenado su boca, jugando con ÉL.
Notaba las palpitaciones aceleradas tanto en pecho como en su sexo cada vez más grande.
El taxista paró y Ella pagó la carrera. Un gran portón de madera les daba la bienvenida.
Subieron las escaleras hasta el tercer piso, entre caricias, besos y trompicones.
Entraron y una cálida luz amarilla lo inundo todo. Fueron directamente al cuarto sin tiempo siquiera de averiguar si había o no alguien. Daba igual.
Al entrar en el cuarto, la cara de la joven cambió, se volvió oscura, penetrante, visceral.
Pese a que Él sacaba más de dos cuerpos a la mujer, esta pudo empujarle a la cama y subirse encima suya.
-Vas a hacer lo que yo diga, cuando yo diga y como yo diga, ¿Lo entiendes?
Él no pudo negarse, no podía dejar de tocar sus curvas, su cadera, observar esos ojos que le poseían.
           -  Te he hecho una pregunta, contesta. ¿Lo entiendes? Le dio una bofetada.
                  - Sí, lo entiendo.
No le enfado, ni si quiera le molesto, al contrario, le excito aún más, que aquella mujer le abofetease para que contestase a su pregunta.
Su abultado sexo explotaba en los pantalones, se sentía prisionero de ellos, quería poseerla, pero prefería ver en qué acababa ese juego.
Ella se bajó de Él y se tumbó en la cama apoyada en sus brazos.
         - Desnúdate, quiero que te desnudes para mí.

En un principio, Él se quedó quieto, no sabía bien cómo reaccionar, pero hizo caso. Se incorporó y empezó a desnudarse.
Primero la camiseta, dejando su torso al desnudo, más tarde el cinturón el cual agarro ella y se lo colgó en su perfecto cuello.
        -  Déjate los calzones, aún no vas a follar.
       -    De acuerdo.
Se quitó los pantalones dejando solo los boxer color negro. No entendía bien porqué pero esa situación le excitaba demasiado.
Ella se levantó dando un pequeño salto y puso el cinturón ahora en su cuello.

       -   Vas a ser mi  perro esta noche y como tal vas a hacer lo que yo te diga.
       -  ¿Qué?
       -   No te he hecho ninguna pregunta! Ahora ponte de rodillas.

Él hizo caso y se puso de rodillas a la altura de los pechos de ella. Esta se sentó en el 
borde de la cama, alzando una de las piernas hincó con saña en uno de sus pectorales el tacón, notando el gesto de dolor de Él, lo hincó más fuerte.

      -    Quiero que me los quites y lamas mis pies como el perro que eres.

Desabrochó la hebilla de su tacón negro y un pequeño pie se poso ahora delicadamente en el pecho herido, le quitó el otro.
Él empezó a lamer lentamente su pie, sus dedos, se estaba excitando más, notaba el dolor en sus testículos, el palpitar de la magulladura del pecho.
Pero Él se había cansado de ese juego e iba a follarse a aquella pequeña arpía como merecía. Y ahora era su mirada la que cambiaba, su gesto era agresivo y no pasivo como el que tenía antes.
Al tener sus pies en su poder agarró sus tobillos y la arrastro hacia él. Subiéndose encima suya agarró sus muñecas con fuerza y comenzó a comer su cuello.
Con la otra mano remango el vestido y apartó el tanga, no quería impedimentos, estaba demasiado excitado y aquella puta ya le había ridiculizado lo suficiente.
Introdujo dedo índice y corazón con saña, estaba húmeda, lo cual hizo fácil que entrasen hasta dentro, Ella gimió.

     -    ¿Y quién es ahora la perra eh? Contesta, ¿Quién es la perra que ahora gime?

La preguntó mientras agarraba su boca con fuerza y echaba a un lado su cara con fuerza.
Ella no hablaba solo gemía, pues los dedos de Él se introducían en su interior, con fiereza, sin ninguna delicadeza, con saña y no tenía oportunidad de contestar, solo de sentir lo que en su cuerpo se producía.
Liquido blanquecino cubrió la mano del Hombre a la par que un gemido placentero llenaba los pulmones de la mujer.

Rompió su tanga, quería penetrarla.  Se sacó su miembro viril, ancho, duro y palpitante y en un giro de brazo puso a la Mujer boca abajo.

    -     Ponte a cuatro patas Perra.

Esta no hizo caso y agarrándola del pelo grito a la par que la daba una cachetada en las nalgas.

    -    ¡He dicho que a cuatro patas Perra!

Y la colocó Él, Subiendo el vestido, dejando su trasero al aire, redondo, perfecto jugoso.
Agarro su glande y lo introdujo en Ella, haciendo que la espalda de la Mujer se curvase de tal magnitud de miembro.
Agarró su cintura y empezó a danzar rítmicamente en su núcleo.
Su pene se abría paso, dilatando cada vez más a la mujer, desgarrando su interior, Ella gemía y Él daba cachetadas en sus nalgas ya rojas.

       -¡Ahora qué! ¡Eh! Gime perra, gime. Llámame Amo, ¡Si, mi Amo!!

 Él no quería cambiar de postura, quería que fuese su perra y el su amo.
Agarro el cinturón y rodeo su cuello.

       -  Esta es ahora tú correa perrita, sigue gimiendo.

En el cuerpo de ella, se mezclaba el dolor, el placer y la rabia de estar en desventaja.
Tiro del cinturón hacia él, haciendo la penetración más profunda, un espasmo recorrió el cuerpo de la Mujer, sus gemidos lo inundaban todo.
Pronto Él llegaría al climax total y se sentiría pleno.
Siguió a un ritmo desorbitado, su glande iba a explotar, agarro los pechos de la Mujer apretándolos con fuerza sintió como sus pezones se ponían duros, a Ella le gustaba aquella situación.
Masajeó sus senos con ansias, mientras seguía embistiéndola. No aguantaría mucho más.
Salió de ella, dejando el vacío tras su pene y la tumbo boca arriba, quería ver su cara, quería ver la cara de placer de aquella pequeña perra mientras el se corría.
Puso sus piernas en sus hombros e introdujo lentamente su grueso glande en ella.
El placer inundó su fisonomía.
   
     - ¿Eres mi perra verdad? Dijo en un tono sucio y visceral.
       -   Sí mi Amo

Esa frase creó en él un placer nunca conocido, tenía el poder y Ella era su  perra.
Empezó a embestirla ávidamente, con fiereza, lujuria incluso enfado.
Quería correrse en su interior, notar la calidez de ambos fluidos mezclarse.
Así bien, el climax de ambos se produjo. Su hidromiel se esparció por sus adentros y escurría por su glande en las ahora lentas embestidas.
Ambos cuerpos sudaban. Él se acercó y pegó un lametón irónico en los labios  de la Mujer que aún luchaba por recuperar el aliento.
Quedaron tumbados, exhaustos. Ambos perros callejeros, quedaron a merced de la noche y su sueño.


                        Hasta la próxima parafilia queridos.